CONCHITA PIQUER

TEMPERAMENTO

– Rincón de Pepe Camacho –

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CONCHITA PIQUER

BIOGRAFÍA DE CONCHITA PIQUER


Conchita Piquer:

Conchita Piquer nace en Valencia el 8 de diciembre de 1908, hija de albañil y de modista. Concepción López Piquer va a ser la primera cancionista, la primera tonadillera –creadora e innovadora-, que va a revolucionar la canción andaluza.

Porque el arte soberano de Conchita Piquer, con esa voz dulce, pastosa, aterciopelada y musical –acariciadoramente sensual-, hizo llorar, sonreír, suspirar y amar a España entera, con su voz y con su garbo, con su estilo y con su duende, porque decía –al tiempo que cantaba- la pena y la alegría de la canción… porque fue el poderío de la canción y de la tonadilla… Fue el Arte y la Gracia, el aroma del limonero y el perfume del nardo; y el agüita clara que eternamente fluye, porque puso el alma en los labios mientras cantaba.

Artísticamente, se dio a conocer en 1921, en su ciudad natal, contando solo once años, saliendo al escenario con el vestido de primera comunión, ¡el único presentable que tenia! Pero este año también sería desgraciado para ella, porque en su transcurso murió su padre, lo que repercutiría profundamente en su alma de niña.

En 1925, contando quince años, y en compañía de su madre, marcha a Norteamérica, contratada por el compositor valenciano Manuel Penella, como segundo tiple, con la compañía lírica que en Nueva York había de estrenar su famosa producción El gato montés, en el teatro Winter Garden.

Gracias a su juvenil belleza es contratada también por los hermanos Shubert para intervenir en diferentes espectáculos de variedades, entusiasmando al público norteamericano, mientras lucía garbosamente una negra mantilla española… Así recorre los EE.UU. y varios países de Centroamérica. Pero Conchita se sintió muy sola al tener que regresar urgentemente su madre a España, para atender a una de sus hermanas, afectada de cierta enfermedad. Pero de nuevo, tras los doce años de gira americana, aparece en Madrid, con sus fragantes diecisiete años, ya que su propio
Paisano, el maestro Penella, , como diría Álvaro Retana.

De entretenida diversidad –propio de los años veinte-, era el repertorio que Manuel Perella había preparado para la juvenil artista. Interpretaba desde una charlestón hasta una canción oriental, pasando por una melodiosa evocación de la zarzuela La Revoltosa a otra de Dulcinea, pero lo que le dio gran fama fue una pasodoble en el que interpretaba unos sentidos compases de Suspiros de España, y que después ella consagraría definitivamente, en esa canción del propio Penella, En tierra extraña.

Rápidamente es contratada por el Coliseum barcelonés, realizando imitaciones de Al Jolson y Eddie Cantor, pero su numero fuerte será, de nuevo, esos sentidos pases de En tierra extraña, con los que producía escalofríos.

Hacia 1927 comienzan a decaer ya las variedades, y las grandes estrellas como Raquel Meller, Amalia Molina, la Goya, La Chelito, Pastora Imperio, La Argentina, Carmen Flores… comenzaron a decaer en popularidad. Fue entonces el momento de Conchita Piquer, que junto a Ofelia de Aragón y Estrellita Castro, comienzan a destacar –y a triunfar- como auténticas novedades, quedando dueñas del campo frívolo, sobre todo Conchita, que movía los brazos y las manos con cierto capricho sensual que entusiasmaba al publico mas frívolo y enfervorizado.

Su oportunidad llegó cuando José Juan Cadenas sustituyó a la protagonista de tantas de sus revistas, Teresita Saavedra, presentando a Conchita Piquer en el Príncipe Carnaval, de Quinito Valverde y José Serrano, en el teatro Reina Victoria, de la Carrera de San Jerónimo. Ya se va definiendo la revolucionaria personalidad artística de la tonadillera valenciana, conquistando los públicos de España e Hispanoamérica, por donde realizo una turné durante cinco años. Le llueven también contratos para protagonizar una serie de películas mediocres que se salvaron gracias a su voz.

El jueves 29 de enero de 1931 actuó Conchita en el recién inaugurando teatro sevillano de la Exposición (actual Lope de Vega), a las seis de la tarde, en la compañía de Puchol-Ozores, anunciándola así el cartel: , mientras que en la cartelera sevillana se leía: .

Cosa rara fue el que la joven artista, que actuaba como fin de fiesta, interviene en un programa de comedias cómicas. En Barcelona conoce al torero Antonio Márquez, que acabada de retirarse. Se casan y, de nuevo, el Belmonte rubio, como le llamaban, se viste de luces para torear en Sevilla. Eran los años de la Guerra Civil. El matrimonio pasa casi toda la guerra en la llamada España blanca. Concha seguía cantando; solo tuvo un problema en San Sebastián, donde la multaron con 500 pesetas por no interrumpir una canción cuando tenían que dar el parte de guerra.

En 1935 alcanza un apoteósico éxito en el madrileño teatro Maravillas, al estrenar María Magdalena, de Valverde, León y Quiroga, y que haría famosa también Estrellita Castro.

Más el verdadero descubridor y artífice de Conchita Piquer fue el poeta sevillano Rafael de León, modelando su estilo, convirtiéndola en reina de la tonadilla, desde que en 1940 entronizara el espectáculo folklórico. Fue entonces cuando Conchita Piquer, asistida por la experiencia, se descubrió así misma, y, perfecta en la dicción, en la plenitud de su belleza y en su fragante juventud, supo interpretar magistralmente ese repertorio que crearon para ella Quintero, León Y Quiroga, que admirablemente supieron enlazar, aunar, la letra con la música. Y como Fornarina se había prendido la corona de reina del cuplé Conchita Piquer se corona como reina de la canción andaluza, gracias al milagro de su voz caliente y sensual, a su acento entrañable y a su melodiosa dicción, haciendo llorar, reír, suspirar, amar y sentir, en cada una de sus interpretaciones, porque cantaba con el corazón en los labios.

Ya han quedado atrás aquellos tiempos del genero frívolo; Conchita es una autentica canzonetista, una original tonadillera, ya que como por ensalmo, se han fundido, genialmente, la mujer y la actriz, la sinceridad y el arte, la maestría y el sentimiento. Así, llegaría a cantar, como nadie la ha cantado, esa canción sentida, sensual y amorosa, original de León, Valerio y Quiroga, Tatuaje, que obtuvo la máxima recaudación económica en 1941, según la Sociedad de Autores, y en la que se ve, como bien dice el periodista sevillano Antonio Burgos, la mano de Rafael de León, en el prodigio de la imaginarias, en la logoladia del Sur.

Ya están echadas las raíces de la canción folklórica andaluza, gracias a la profunda revaporización que desde 1939 se hace de todo lo autóctono andaluz. Rafael de León, impregnado de la poesía neopopular, de la más pura esencia lorquiana, escribe letras para canciones que son auténticos poemas, muy dentro de la fibra de la raíz popular. Y Conchita, que ya había interpretado una cancioncilla de Rafael de León. La deseada, con música de los maestro sevillanos Rivas y Gardel, se convierte en la estrella del poeta andaluz, y, consciente del momento histórico en que vive –y llevada de la mano del letrista-, da a su carrera un giro de noventa grados, sorprendiendo al publico español con su nuevo e invariable estilo, alcanzando, gracias a su aire, su sentimiento, su garbo, su sentimiento, su gracia, el momento culminante de su carrera artística.

La fundamental mutación experimentada por Concha Piquer en su evolución artística –escribe Jordi Bas-, conjuntamente con el valioso sustrato poético aportado con Rafael de León, harán posible la consagración del folklore, al presentarse la artista valenciana en el Teatro Poliorama, de Barcelona, con el espectáculo Las calles de Cádiz, que había ofrecido al publico de Madrid el 2 de enero del mismo año. Los espectadores se levantaban electrizados de sus asientos al representarse en el escenario la estampa de Lorca en El café de Chinitas, en el que Conchita Piquer, más bella y hermosa que nunca cantaba.

Y Conchita Piquer, con esas canciones inolvidables, como La Parrala, Almuderna, La Lirio, La niña de Puerta Osuna…iba dando vida a todos los recuerdos de una época –ya histórica-, conmoviendo a las masas, con su señorío inigualable. Por eso, sus canciones –los poemas de Rafael de León, Ochaíta y Quiroga-, iban ocupando los primeros puestos del los hit parades de la canción española, como ocurrió con La Lirio en 1944, que alcanzo las máximas recaudaciones económicas, según la Sociedad General de Autores, al propio tiempo que el madrileño Teatro de la Comedia, durante mas de una década, colgaba el cartel de No hay entradas cuando actuaba la Piquer.

Con el espectáculo Las calles de Cádiz se consagró Conchita Piquer, pues, a parte de su interpretación lorquiana de El café de Chinitas, el público premiaba también con encendidos e interminables aplausos otras canciones como Lola La Petenera, .

También interpretaba magistralmente esa cancion tan española: Ojos verdes, que estreno en la película Filigranas, ensimismando al público, sobre todo en esta parte llena de lirismo.

Rematando el espectáculo con esas bulerías orquestadas de Rafael de León y Quiroga. No te mires en el rió, plenas de sentimiento dramático.

En 1944, el ya famoso trío Quintero, León y Quiroga monta un nuevo espectáculo para su estrella –una especie de sainete, salpicado de canciones y recitados-, que se estrenaría, con el andalucismo titulo de Ropa tendida, en el madrileño Teatro Fontalba, constituyendo un apoteósico éxito. Porque Conchita era única en su estilo de canzonetista, con su esplendidez lírica, con sus andares majestuosos, portando elegantemente aquellos trajes de larga cola que cubrían todo el escenario, con su belleza serena, sin sofisticaciones y sus dotes para escenificar las letras de Rafael de León, eran atractivos suficientes para que triunfase rotundamente el espectáculo y se colgase en la taquilla el cartel de No hay entradas o Agotadas las localidades.

El viernes 1 de septiembre de 1944, desde Bilbao, y en el trasatlántico Cabo de Buena Esperanza, salía Conchita Piquer con su compañía hacia Buenos Aires, donde había sido contratada para actuar. Al término de esta gira hispanoamericana marchó para Norteamérica, donde cosecharía nuevos triunfos y aplausos.

Porque esta gran dama de la canción española, genial siempre en cualquiera de sus interpretaciones, se hacia orgullo de madurez triunfal en Amante de abril y mayo.

De gran categoría gozaron los espectáculos teatrales de la Piquer, como Salero de España, donde cantaba esta alegre farruca que daba título al espectáculo.

O Puente de coplas –el último representado en Sevilla-, y en donde llevaba esas canciones tan sugestivas y personales como «Y sin embargo te quiero» o «Amante de Abril y mayo», acompañada de gran orquesta, dirigida por el maestro Cisneros. El 22 de febrero de 1948, tras su gira por América, reaparece en el teatro Cervantes de Sevilla, con el espectáculo de Ochaita, Valerio y Solano Canciones y bailes de España, con un éxito inigualable.

Breve y no muy afortunada fue la carrera cinematográfica de la Piquer, ya que no correspondió a su enorme categoría dramática y teatral. Siete películas tiene en su haber; algunas de las cuales no fueron sino auténticos cortometrajes o escenificaciones de sus éxitos más populares y conocidos. Tras los escarceos anteriores y en plena Guerra Civil, rueda en 1940, dirigida por el entonces prestigioso Florain Rey, La Dolores, sobre el dramático tema aragonés, junto a Manuel Luna. Tal vez fuera esta la más conseguida de sus interpretaciones, presentada en el Coliseo España, de Sevilla, el 2 de abril del siguiente año. Seguidamente, interpretó la comedia folklórica Filigranas, estrenada en 1949, según la obra de los maestros Quintero y Guillén, dirigida por Luis Marquina, y en donde aparecía una jovencísima Carmen Sevilla que hacia de hija de Piquer. De esta película salvamos sus canciones, especialmente las clásicas seguidillas que dan titulo al filme.

En 1996 se cierra su filmografía con Clarines y campanas. Sin embargo la voz inconfundible de Conchita Piquer volverá a oírse nuevamente en dos grandes películas españolas: Pim, pam, pum… ¡fuego! De Pedro Olea, y en Canciones para después de la guerra, de Benito Martín Patino, y en la que nos subyuga esa voz original –dulce, sensual y pastosa al propio tiempo-, interpretando una de sus más sublimes y eternas canciones: Tatuaje.

En 1956 era Concha Piquer la máxima figura, la reina indiscutible de la canción española; así lo demostró el programa de ese excelente locutor Bobby Deglané: El crucigrama de la fortuna, emitido a las 10,30 de la noche y retransmitido por la S.E.R., .

Ya era popularmente conocida aquella hermosa canción de Quintero, León y Quiroga Con divisa verde y oro, en la que Conchita ponía su corazón y su alma.

Conchita Piquer, llevó la esencia de la canción española –y andaluza- por todos los teatros y escenarios de España y América, hasta que, oficialmente, se retiró en 1958 al fallarle la voz por una faringitis mal curada, dedicándose entonces a su hogar y su familia, disfrutando de la compañía del esposo amante, el que fuera gran torero de su época, Antonio Márquez. El Belmonte rubio, y de su hija Concha Márquez Piquer, que intenta seguir las huellas imborrables que dejara su madre. El 20 de febrero de 1964, en un homenaje que le ofrecieran en Valencia, se despidió definitivamente del publico. En 1988 murió Antonio Márquez. Ella ha sido la señora del cante; y sus canciones quedarán eternamente. Así lo reflejó su creador, su poeta, su artífice, el sevillano Rafael de León, en su apasionado poema dedicado a Conchita Piquer, en el que nos acercó a la genial artista en el recuerdo y en el sentimiento.

Nuestro agradecimiento a Daniel Pineda.

TEMPERAMENTO
«PORTAL DEL ARTE ANDALUZ»
(RINCÓN DE PEPE CAMACHO).

CONCHITA PIQUER

FOTOGRAFÍA INFERIOR, CONCHITA MÁRQUEZ PIQUER (HIJA DE CONCHITA PIQUER) SALUDANDO A PEPE CAMACHO EN EL TEATRO IMPERIAL DE SEVILLA.

EL GRAN POETA RAFAEL DE LEÓN CON SU GRAN MUSA CONCHITA PIQUER.